Manuel Benítez Carrasco en este poema recrea la voz humilde y generosa de un árbol que se ofrece entero al ser humano: sombra, fruto, leña, refugio… incluso compañía hasta la muerte. No se niega al sacrificio, pero suplica respeto. Una lección profunda sobre el uso justo de los recursos, la gratitud y el daño innecesario. Un canto sencillo y poderoso a la armonía entre el hombre y la naturaleza.